quarta-feira, 28 de dezembro de 2011

HYMNE À LA BEAUTÉ (Charles Baudelaire)

Hymne à la Beauté

Viens-tu du ciel profond ou sors-tu de l'abîme,
Ô Beauté? ton regard, infernal et divin,
Verse confusément le bienfait et le crime,
Et l'on peut pour cela te comparer au vin.

Tu contiens dans ton oeil le couchant et l'aurore;
Tu répands des parfums comme un soir orageux;
Tes baisers sont un philtre et ta bouche une amphore
Qui font le héros lâche et l'enfant courageux.

Sors-tu du gouffre noir ou descends-tu des astres?
Le Destin charmé suit tes jupons comme un chien;
Tu sèmes au hasard la joie et les désastres,
Et tu gouvernes tout et ne réponds de rien.

Tu marches sur des morts, Beauté, dont tu te moques;
De tes bijoux l'Horreur n'est pas le moins charmant,
Et le Meurtre, parmi tes plus chères breloques,
Sur ton ventre orgueilleux danse amoureusement.

L'éphémère ébloui vole vers toi, chandelle,
Crépite, flambe et dit: Bénissons ce flambeau!
L'amoureux pantelant incliné sur sa belle
A l'air d'un moribond caressant son tombeau.

Que tu viennes du ciel ou de l'enfer, qu'importe,
Ô Beauté! monstre énorme, effrayant, ingénu!
Si ton oeil, ton souris, ton pied, m'ouvrent la porte
D'un Infini que j'aime et n'ai jamais connu?

De Satan ou de Dieu, qu'importe? Ange ou Sirène,
Qu'importe, si tu rends, - fée aux yeux de velours,
Rythme, parfum, lueur, ô mon unique reine! -
L'univers moins hideux et les instants moins lourds?



Hino à Beleza

Vens do abismo? Ou vens do fundo céu sublime?
Beleza, teu olhar divino e infernal
Verte confusamente a bondade e o crime,
E por seres assim o vinho é teu igual.

Teu olhar pôr-do-sol e aurora entrelaça;
Noite de tempestade, exalas frescor;
Teu beijo, um licor, a boca, uma taça,
Dão fraqueza ao herói e ao menino, valor.

Desces dos astros? Vens de uma negra morada?
O Destino fiel te segue como um cão;
Governas tudo, nunca respondes por nada,
Semeias ao acaso prazer e aflição.

Beleza, o Horror é teu maior encanto,
Caminhas sobre mortos que te fazem rir;
O Homicídio, jóia que adoras tanto,
Dança sobre teu ventre altivo, a sorrir.

O efêmero voa para a tua vela,
Crepita, queima e diz: Obrigado, clarão!
O amante esbaforido sobre sua bela
Imita um moribundo a beijar o caixão.

Quer venhas do céu ou do inferno, que me importa,
Beleza, monstro enorme, ingênuo, sem lei,
Se teu riso, teu ar, teu pé, abrem a porta
Do Infinito que amo e jamais encontrei?

Som, perfume, luz, tu que para mim és tudo,
Anjo ou Sereia, cria de Deus ou Satã,
Que me importa se tornas, olhar de veludo,
O mundo menos feio, a vida menos vã?

Tradução: Jorge Pontual

quarta-feira, 14 de dezembro de 2011

LA PERSECUCIÓN (Juan Bonilla)

Está la muerte tan segura
de que va a alcanzarte
que te ha dado una vida de ventaja.


De ella procedes, de su vientre oscuro,
y a ella te diriges, a su insondable sótano,
así que corre, corre, piérdete en los bosques

sagrados de la vida sin futuro,
graba en los troncos tu nombre secreto,
ese que no conoce nadie más que tú,

y mezcla tu ignorancia acerca de quién eres
con la ignorancia de los otros.
A fuerza de ignorancia serás sabio.

Por tus bolsillos rotos se desliza sin descanso el tiempo hacia la tierra

donde quedan tus huellas un instante.
No te vuelvas a mirarlas, son abismos
donde va derritiéndose tu identidad.


Los mastines de la muerte están buscándote
haz que se llenen el hocico
con las cuchillas con que formulaste en tantos sítios

tu nombre, no el que te impusieron los mayores
sino el que has inventado a cada paso
para amarte en todas las cosas de este mundo.


Te darán caza los mastines de la muerte:
saberlo te hará más fuerte y más veloz.
No aceptes pues las prórrogas cobardes
que inventa la debilidad y el frío del futuro:
otras vidas en dimensiones hipotéticas,
ni edenes en los que ángeles siniestros
sellan el pasaporte de un difunto valorando
acciones sustentadas por un vómito de dogmas.


La muerte está segura de su triunfo:
corre, pues, corre, es solamente un juego sin por qué.

Las reglas poco importan si resistes
y el resultado está amañado y aunque pierdas
has de vender muy cara tu derrota.

sábado, 10 de dezembro de 2011

MAR MUERTO (Vicente Aleixandre)

¡Cuántas veces sabiendo
que eras tú, yo caía
en tu misma sonrisa,
mar abierta, mar plana,
estival, pez, sacando
tus palabras conmigo!
¡Qué nadar! Tú no sabes
que ese mar tan arriba
es ya cielo, y que el aire
me sostiene tan líquido,
tan cristal, que yo en él
por tus ojos tan verdes
afilado me pierdo.
¡Qué nadar! Algas, vivas
indecisas miradas.
¡Agua mía, si helada,
aguzándome siempre!
¿No te clavo? ¿No sientes
que un trayecto, una herida
-¡qué lanzada!- en tu pecho,
agua verde, te dejo?
Con justeza te hiendo,
agua suya, y palpitas,
en tu pecho, mar grande,
en tu carne clavado.
Sin sangrar. Las espumas
te resbalan, qué piel,
qué agonía, y me guardas
en tu inmenso destino,
oh pasión, oh mar cárdeno.
Surto. Cesa tu aliento,
desfalleces, mar último,
y te olvidas de todo
para ser, sólo estar.
¡Y qué muerto! Tu verde
tan profundo, reposa
hasta el lento horizonte,
que te cierra parado.
En la orilla te miro,
oh cadáver, mar mío,
y te peso despacio
en tu carne, y mis labios
alzo fríos y secos.

sábado, 3 de dezembro de 2011

LA PINTURA (Ángel Crespo)

1

Escribir un caballo en una sombra,
esconder una rosa en un armario,
reducir a debidas dimensiones
formas desmesuradas,
poder llevar el sol en una cesta,
tocar con nuestros labios
la carne que trasciende.

Reducir a sistemas materiales
todo lo que del hombre se apodera,
lo que le hace soñar por la mañana
que ha dormido la noche estando muerto,
y le hace desear segundo tacto
para palpar la nada,
segundos ojos para ver lo oscuro,
segundo olfato para oler el aroma,
décima lengua para hablar su lengua.

Esto se realiza,
se hiergue ante nosotros
en telas, tablas, piedras y papeles,
nos muestra los deseos
y el resplandor contrario;
a veces, lo que vemos y tan pronto se olvida.
Lo que nunca creímos
nos dicta su evidencia envuelta en voces,
nos prodiga remedios,
suelta las plagas en veloz desfile,
desciende a nuestras manos
y come el pan que en ellas se nos pudre.

Hablo de la pintura, de la carne
inmortal y de todos los colores:
hablo del rojo que nos da en la frente,
del azul que nos habla,
del negro que nos toca,
del violeta herido, de los verdes,
del incauto amarillo.
Hablo de hablar colores sin descanso.


2

Las manos buscan signos,
véndense al diablo por burlar sus cuernos,
piden limosna fuerte
y, luego, depositan sus hallazgos
en la pared, encima de la mesa.
Así nacen los hombres,
así se escucha que las líneas gimen.

Quiero decir aquí de la pintura
que todas las monedas la merecen:
que se pinta con tierra enamorada,
con hierbas maceradas y con huesos,
con vinos minerales y con lumbre.

Hablo de largas columnas de la vida
que rompe sus columnas por la calle,
de los que llegan, del ausente,
del que sale seguido de un cortejo
de animales que, luego, se transforman
en una línea, un punto,
una pequeña piedra sin volumen
puesta a considerar sobre lo eterno.

Si el mundo la regala algunas veces,
hay que buscarla siempre entre lo pálido:
es preciso dejar, quando es de noche,
las manos en el río
para ver si la luz, por la mañana,
remedia su abandono;
hay que considerar, para encontrar un huso,
cuánto hay que revolver en montes bajos,
en mesas, en cajones con periódicos,
en urnas con la hierba almacenada.

Nada se nos ofrece
sin pagar previamente nuestra suma:
sin que tengamos que llorar un poco,
nunca suele llover;
nunca suele nevar
sin enseñar al cielo una flor blanca.
Son preciosos los símbolos, las telas,
los arabescos sabios, los inéditos
para seguirmos viendo cada día.


3

En la materia beben los pinceles,
se sumergen buscando las raíces,
se asfixian en el negro,
respiran en el rojo, buscan, huyen,
dejan en la materia sus señales.

Unos volando surgen,
otros se arrastran por el suelo, vienen
del mundo, de un bolsillo;
han tocado la flor,
son rudos como escobas
o suaves como labios,
han hablado de noche,
de día con el sol han discutido.

Llegan a los colores con las fauces abiertas,
demuestran en el lienzo sus temores,
vuelan como vencejos por la estancia
en que la creación su olor expande.

Hablo de los pinceles, no me olvido:
sé que algunos son dóciles, domésticos,
que reparten las flores en los vasos
y rizan el color de las ovejas.

Mezclan agua con fuego los pinceles,
lo absurdo descomponen,
obligan a la luz a que confiese
sus engaños secretos.
Nos desconciertan súbitos
para explicar abismos;
depositan su cal, la hierba, aceite
radicalmente humano en los tableros.
Quieren decir: «Detente:
de repente las cosas
como serpientes reptan. Mira, escucha.
Nada está quieto: todo
fluye, todo camina.
Fluye también y mézclate
con lo que te circunda.
De ti dirás: yo, flor,
yo montaña y sus lobos.
Ven, dilúyete, escucha
la armonia de cuerpos que transcurren
y un día son abismo y otro fruto.
Ven, detente, penetra,
penetra en la materia con los ojos dispuestos».

Hablo de los pinceles que nos hablan.
Arriesgado es salir de la aventura.


4


Encima todo habla,
todo se explica entre sus quatro límites:
la materia emergiendo,
el pálido color temblando al lado
de la caliente huella, el unicornio
transformando la tierra con sus cascos.

Mas debajo está el caos:
gavillas hacinadas para iniciar un fuego,
piedras mezcladas para hacer un monte,
aguas revueltas, turbio limo, esquinas,
plenitud de matriz que amasa un cuerpo
entre asustada entraña que se encoge,
entre sangre que llueve,
para que luego surja en su pureza
nuevo ser con su aroma.

Arriba están los labios,
mas las palabras nacen en las cuevas,
suben de las rodillas,
destrozan la garganta con las uñas.

Arriba, en el espejo,
distinguir una huella, un gesto humano,
es facil; mas el fondo
es oscuro: tiniebla con tiniebla
- luz contra luz, arriba -.

¿Cómo poder decir de dónde arrancan
ese torcido nudo en la madera
y esa flor apresada en la vitrina?
¿Dónde los hilos, quién hila la trama
que hace brotar la rama sobre el lienzo?

Todo lo que es del mundo,
arrancado del caos, con fuerza, con tirones,
fue puesto a navegar entre alaridos.
Todo lo que sustentan cuatro líneas hiriéndose,
arrancado del mar de la materia,
habla del hombre que con Dios se habla.


5

A Dios, con su compás contemplo ahora.
Ha decidido en su taller - sonríe -
crear la cigüeña con su pico
y dibuja en las nubes su contorno,
aprobando cuanto hace y cuanto mira.

Os digo lo que veo: Dios escribe,
pinta, dibuja, la cigüeña nace.
Se insinúa su forma en las volutas
de la nube, posada en su trayecto.
Dios dibuja, y el vuelo
inventa su dibujo,
con retazos de nube lo completa,
y la cigüeña nace.
Es esbelta. Sus patas se parecen
a las cañas de azúcar, amarillas,
su pico tabletea; nieve cálida
y carbón delicado su plumaje.
Dios le arranca una pluma
y le da su pareja, convirtiéndola
en esbelta cigüeña semejante.

Dios dibuja en su cielo.
Castiga al hombre improvisando pestes,
guerras, incendios, víboras.
Dios es justo: castiga pero también compensa
dibujando mañanas cargadas de perfume,
delineando los ríos con su música,
destilando sonrisas en los labios del hombre,
poniendo los pinceles a su alcance
para que invente luego
y diga su mensaje telegrama cifrado.


6

Cuando la luz se apaga
gime la mansa fiera de los cuadros.
El caos se posesiona de la explícita
superficie que canta su mensaje
y nos presenta un ángel vestido de amplio tema
en el que juegan líneas sin perderse.

Huye la luz, y la pintura
se repliega en sí misma. Son idénticos
los colores que luchan al contacto
del luminoso signo
que despierta clamor, ruido de espadas,
explosión de materia en los besos.

Aniquilada queda a nuestros ojos
que gustan de buscar lo que sus labios
nunca dicen a oscuras,
lo que sólo es posible
cuando de golpe invade nuestra sangre,
se derrama
hirviendo por los íntimos
cauces de nuestra luz,
se hace nosotros.

La luz que colabora, que despierta
al dormido animal de la pintura;
la luz despierto ahora,
que nos lleva pendientes de sus manos
a interpretar los signos,
a temblar ante el golpe llameante
de verdades que aroman
súbitamente a ser distinto en sí;
la luz que resucita
a la dormida, aniquilada, informe,
materia oscurecida,
que pone alma en el hombre y en sus ruinas:
la luz que, de mañana,
abre las flores del color que se abre.


7

Con las manos mojadas,
con secretos vertiendo por los dedos,
con las muñecas sucias
de un gris que apenas dice,
se siente el gozo, la frescura inédita,
de haber llegado hasta la cima, el monte,
en cuyas plantas vibran las raíces
que son la cifra inmensa de los hombres.

Se puede conversar con la pintura,
pedirle cuentas siempre,
a veces extraviarse,
con las manos hundidas en el fecundo infierno
que hace gestos y grita
la solución, la paz, la salvación.

Es dificil, preciso,
cuando todos han dicho su palabra,
cuando se muere un hombre en cada esquina,
cuando el atrio se llena de gusanos;
es preciso, difícil,
ir con manos y martillos,
con herramientas múltiples,
con camiones cargados de corderos,
y golpear las telas,
atravesando el hueco
que al sentir una mano
pondrá en pie la palabra
que duerme desde siempre en la pintura.

Es preciso, difícil:
lo sugieren los cardos con sus moscas vecinas,
las casas con las tejas rotas por descuido,
lo piden los metales que el aire deja secos;
es difícil, preciso:
todo pende del hilo, de un alambre;
concretamente, existen muchas cosas
con solución posible de momento.


8

Assisto al nacimiento de la forma.
Oscuro es anunciar al primer trazo,
a la primera división - sangrienta
o pacífica -
prever si la dulzura o la catástrofe
han de nacer del plano en dos partido.

Siembra la confusión segunda línea
que se opone y combate
con la trazada de antemano, inquiere
la razón de su curva singladura,
hiere su panza abierta que se esponja.
Pero llega un tercer, divino intento
en que la mano es pulso de la tierra
y ya una coz resuena, ya un relincho:
nace la forma enhiesta del caballo.
Nace en su gracia de figura apenas,
y, luego, como plumas que se posan,
como dulces soplidos, como azúcar,
acaban otros trazos la refulgente bestia,
llenan la estancia de presencia equina.
Otras veces no es nada. Pero, en cambio,
quiere decirlo todo: surge un monte
que no es monte y es mano
y no es mano y es frente
y no es frente y es nada.
Y, entonces, el misterio nos aprieta
la fibra radical de los cabellos.


9

Existen desde siempre las formas en el aire:
las dibujan los pájaros,
las muerdenlos los leones,
el hombre por la calle, tropezando,
corrige los defectos de las formas,
mas las manos son torpes muchas veces.

Las manos han de estar entre diluvios
de sangre acorralada,
entre aguzados silbos de serpientes,
para poder después tocar las telas,
o entre ángeles despiertos que discuten
en un idioma apenas inventado.

Todo tiene en sí mismo
su más claro misterio,
pero explicarlo, darles
voz humana a las cosas,
exige convocar una asamblea
de notas y colores.
Hay que poner la boca
frente a la boca; el dedo,
junto al libro. Es dificil
ver labios, dedos, páginas,
en formas alejadas y colores.

Pero el milagro llega,
desciende, se hace nuestro,
nos recuerda que el hombre no está del todo solo.


10

Guardemos la pintura con murallas,
hasta que el viento en ella se consagre,
se reconozcan los leones,
sepan verse los árboles con hojas
.
Porque nosotros hemos dado
con una creación, con una luna
capaz de ser llevadaen el bolsillo,
porque al vernos tan pobres tras besar a la tierra,
después de haber dispuesto en nuestros hombros
pájaros ensartados en lianas
y comprender, por fin, que no hay camino;
porque después de todo
somos capaces de sentirnos vivos
acariciando un lienzo con sus nubes.

Guardemos esa voz que nunca miente,
arropada con pieles y palabras,
hagamos que la boca se solace
gustando las rugosas apariencias,
y que el tacto se eleve
siguiendo de los ojos la llamada,
y que el olfato aprenda
dónde los verdes huelen a flor recién podrida,
el amarillo, a hombre,
y los azules saben como ideas.

Antes de que nos pise
esa sombra que avanza por los campos,
huyamos por la luz de los pinceles
dejando nuestra sangre en las cortinas.